viernes, 20 de agosto de 2010

Maraña negra

Las rotas zapatillas de deporte crujen sonoramente cuando pisan la grava de los escombros.
Todos los edificios, derruidos por lo que parecen los efectos de un bombardeo, están cubiertos de esa maraña, esa maldita maraña negra que lo cubre todo, que lo llena todo.
¿Dónde están los demás? Quién sabe. Quizá, en el fondo, la humanidad nunca haya existido.
Trepo por una montaña de placas de hormigón armado apelotonadas. La maraña negra se extiende por el suelo como una especie de hiedra, palpita, se mueve, me mira. Quizá se pregunte quién soy yo. Para ella, yo soy tan desconocido como ella lo puede ser para mí.
El viento silba lúgubremente y hace crujir la oxidada barandilla de un balcón. Me sobresalto, pues ese crujido ha roto un silencio que duraba ya varias horas.
Resbalo suavemente por la colina de escombros, acompañado de varios miles de piedrecitas. Junto a mí, un cartel muy grande dice: "Ron Matusalén, forever old"
La visión del papel descolorido me hacen pensar que, verdaderamente, estoy en la Tierra y no en un extraño planeta alienígena, como había llegado a creer.
Tomo una larga bocanada del aire cargado de polvo, y me interno en uno de los edificios.

1 comentario:

Boadicea dijo...

Slayer ¿quien lo sabe?