lunes, 1 de noviembre de 2010

Todos los Santos

Es la noche del día de Todos los Santos. La oscuridad cae como un pesado manto de negrura sobre un cementerio de corte neoclásico. No se oye nada, apenas el quedo rasgar del aire y el lejano ululato del búho. Los mortales descansan. 
Poco a poco, de manera subliminal, el aire se va llenando de una suave nota de violín, alegre y vitalista, pero con un suave deje de crueldad y humor negro.
Entonces se empiezan a mover. Las tumbas. Y pronto se oye el sonido de unos dedos picando la lápida desde dentro.
Poco a poco, de manera débil, las pesadas planchas de piedra se van desplazando, dejando a la vista los ferétros. Los hay de todo tipo: Algunos de ébano y oro blanco, con costosos grabados de ángeles y cruces; otros, sencillas cajas de pino de mala calidad, resquebrajadas y medio podridas.
Las tapas se abren.
Y de cada ataúd salen sus respectivos huéspedes.
Dicen que la muerte nos iguala a todos, y en este caso es cierto: Una vez que los esqueletos se unen a la multitud de redivivos, resulta imposible averiguar si proceden de tal o cual tumba, si son la hija del alcalde o el mendigo de la esquina, se limitan a ser un manojo de huesos en movimiento, saltando y brincando, envueltos en la frenética danza de los condenados. Los antiguos amantes se besan en sus descarnados labios, los viejos enemigos bailan juntos: Tras la muerte no hay rencor que valga y hay que disfrutar el unico día de libertad.
El cementerio se llena de luces de hogueras, en torno a las cuales bailan miríadas de esqueletos, hasta que sus siluetas se confunden con las llamas. La melodía de violín, tan suave al principio, es ahora un frenético rasgar del arco contra unas cuerdas a punto de romperse. No merece la pena buscar al infernal violinista, porque no está, al menos en este mundo.
Al final, en el horizonte se perfila una luz blanca. El día. La noche de los muertos ha acabado. Tendrán que esperar otro año hasta poder volver a danzar en la noche, su noche.
Vuelven a sus tumbas para dormir el sueño profundo de los caídos. Al día siguiente ya vendrán los ilusos mortales trayéndoles ofrendas, creyendo que se han ido de nuestro mundo.